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AZALEAS

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AZALEAS

 

11 abril, 2014

Por tratar un tema transgresor con intensidad y sinceridad, utilizando un leguaje nada remilgado y, sin embargo, no exento de delicadeza el relato Azaleas contó con una mención especial por parte del jurado de la primera edición.

AZALEAS

Lo hemos hablado centenares de veces incluso con ella. Lo que queremos, como lo haremos, lo que nos excita, lo que no queremos. Te miro y empiezo a ponerme nerviosa,  a sentirme mal. Si no paro, estaremos los tres desnudos. Le pido a Elsa que nos deje solos. Necesito hablar contigo.

-¿Qué te pasa?

-¿Qué va a pasarme? ¡Estoy celosa! –no quiero gritarte, pero lo hago-.

-¿Qué te preocupa?

-Que te guste más ella que yo. Su cuerpo, sus formas, su manera de reír, de pensar…

-Mírame –me pides.

Ves la angustia en  mi mirada y me dices, por fin, lo que necesito oír.

– Sabes que te quiero. Además, parece que has olvidado que tú también la deseas desde hace mucho tiempo. Ahora la tienes, para nosotros, para compartirla, quiero verte disfrutar como nunca. Te voy a  desnudar,  lo haremos solo tú y yo, y  si quieres la llamamos después,  para que vea lo guapa que estás después de un orgasmo.

Me levantas en brazos y me tumbas en la cama. Me quitas la ropa y a continuación te desnudas tú. En la pared hay un espejo de cuerpo entero, por el que veo el tatuaje de tu espalda y ese culito que me tiene loca,  del que pocas veces puedo disfrutar, porque no te dejas dominar fácilmente. Te tumbas encima de mí y me besas.

Me besas los pechos, el abdomen, me lames el clítoris y compruebas que no es necesario que me humedezcas. Está listo para ti. Por ti. Así que  la metes muy despacito y yo voy sintiendo cada centímetro de tu grandiosa polla. Me pierdo en esos ojos que tanto me gustan y te abrazo. Pego mi pecho contra el tuyo, mientras tú te mueves con una cadencia armoniosa. Recorro con mis manos todo tu cuerpo, suave, duro, grande, tan imponente. Me besas el cuello, me excito tanto que clavo mis uñas en el culo que adoro. Tú, me clavas la polla. Nos movemos más rápido. Te rodeo con mis piernas, para que puedas metérmela más profundamente; para tenerte más cerca. Soy  una pequeña loba, tú mi presa y hace semanas que no como.  Pierdo el control de mi cuerpo y comienzo a convulsionar. Estallo en gritos y me besas tratando de silenciarme. Al poco siento que vas a correrte.

-Lo quiero en mi boca

De rodillas mantengo los ojos bien abiertos, porque me gusta ver la cara que pones. Depositas en mi boca tu dulce esperma y yo trago complacida. Te tumbas a mi lado exhausto mientras me relamo. Te abrazo y me besas.  Ya estoy preparada para follarme a Elsa contigo. Te vistes para ir a buscarla. Yo voy a ponerme un corpiño del color de las azaleas, con encajes y ligero.

La encuentras en el bar tomándose una copa. Pides otra para ti y charláis un ratito. Os miráis con deseo. La besas, pero recuerdas que os estoy esperando y que te pedí que no hicieras nada con ella sin mí… Te dije que tenía una mirada mágica…

Subís juntos cogidos de la cintura, mientras te preguntas si eso entrará dentro de lo permitido. Cuando llegáis protesto por lo que habéis tardado. En realidad, no han pasado ni quince minutos, pero yo os imagino metiéndoos mano en cada esquina del hotel. Lo intuyes, me abrazas y besas para que no me oscurezca otra vez. Me miras de arriba abajo y me haces dar una vuelta. Comentas con Elsa lo guapa que estoy, mientras me acercas a ella. Parece que me ofrecieras y me da vergüenza.

-¿Qué prefieres: que te comamos el coño los dos o que se lo comamos a ella juntos?

-¿Me enseñas a comerme un coño?

Me sonríes. Vuelve el profesor que me sedujo. Entre los dos le arrancamos la ropa. La besamos los pechos, la acariciamos, nuestras manos se cruzan y se entrelazan sobre su cuerpo. Le quitas las bragas. Yo siento algunos reparos. Creo que no voy a poder comérselo. Nos tumbamos. Le abres las piernas. Me notas inactiva, flaseada por la escena.

Apoyas una mano en mi hombro para acercarme a ella. Me resisto. Me besas. Es una trampa. Lo sé. Me estás guiando. Siento su calor. Me haces girar la cabeza mientras mantienes el contacto entre tu lengua y la mía. Me siento reacia. Me muestras cómo se hace. Se lo lames, lo absorbes, agitas tu lengua contra su clítoris, recorres sus labios. Vuelves a besarme y la saboreo. Me acerco procurando tener cerca tu lengua, guiándome. Rozo su clítoris y noto como se contrae. Me divierte. Sacas un vibrador.

-Cuando estés a punto de correrte vas a comérselo como una loca; igual que cuando me la chupas.

Y así mientras tú metes y sacas el vibrador continuamos con la comidita. Voy tomando independencia y la recorro a mi antojo. Nos alejamos y nos encontramos. Nos besamos y la besamos a ella. Aumentas la potencia del vibrador y la velocidad con que lo metes. Me notas cada vez más excitada. Me dices que quieres ver cómo le como el coño yo solita. Permaneces muy cerca de mí, observándome. Abro la boca y la absorbo, le meto dos dedos. Me coges una mano y la llevas a tu polla.

-Mira cómo me habéis puesto- me susurras al oído-. Esto es culpa tuya. Si no fueras tan golfa no tendría la polla a punto de reventar. Tengo que castigarte, vida. Mereces un castigo-, dices mientras sigo comiéndole el coño-. Quiero metértela en el culo, mientras se lo comes.

Te colocas detrás de mí e intento quitarme el vibrador.

-Estate quietecita nena –susurras mientras me das un azote.- Quiero sentirlo vibrar.

Empapas mi culo en lubricante. Me la metes sin demasiado esfuerzo y muy despacio, hasta que puedes moverte dentro él a gusto. Entras y sales y con cada paso me empujas contra ella.  Se está  corriendo y yo no tardaré mucho más. Me siento tan llena, tan ocupada.

-¡Cómetelo nena, chúpaselo mientras te follo! –gritas-.

Una explosión de gemidos, respiraciones entrecortadas y fluidos invaden la habitación.

Estoy agotada. Nos tumbamos los tres en la cama, contigo en el centro. Ambas con la cabeza apoyada en tu pecho.

Nos miramos y nos besamos. Te miramos y te besamos.

 

Un relato de «Aitana Ferreiro»